por Guillermo J. García
Reelige o castiga (www.reeligeocatiga.org)
México está lleno de mitos, leyendas y cortinas de humo que no dejan que nos demos la oportunidad de innovar políticamente. Estas telarañas están presentes hasta en las formas con las que conducimos la política. Hace unos días al leer la propuesta presidencial que contiene entre otras cosas, la reelección consecutiva de legisladores y de presidentes municipales, así como las candidaturas independientes, me percaté que la firma del Presidente al final de la iniciativa cerraba con una frase contundente: “sufragio efectivo, no reelección”. No hemos sido capaces de quitarnos el velo de las formas y de la historia oficial. Este es el reto más grande que enfrenta la propuesta de reforma política del Presidente Calderón.
Para discutir cambios sustanciales del sistema hay que partir del principio de quemar mentalmente los libros de historia oficial y mitos que asustan al cambio. Cuando algunos analistas comentan que las candidaturas independientes fomentan el uso de recursos de origen ilícito, la respuesta no debe ser “pues entonces no hay que permitirlas”, puesto que los partidos políticos no están exentos de esta infiltración. Incluso es más fácil fiscalizar el gasto y el ingreso de un candidato independiente, que el de un partido nacional entero. Las puertas por las que el dinero sucio puede entrar son mucho más amplias y extensas en las estructuras partidistas que las de la casa del candidato independiente. El tema es si queremos seguir con un sistema en el cual el Estado otorga la mayoría de los recursos sin exigir nada a cambio más que ampliar masivamente el padrón electoral. Habría que preguntarse si no es mejor hacer una democracia menos cara y más apegada a los ciudadanos. Una democracia en donde la abstención pese y si los partidos no motivan a votar sean castigados en sus prerrogativas económicas. El tema es porqué necesitamos gastar tanto en publicidad política en lugar de generar canales de comunicación con la ciudadanía que no requieren de financiamiento masivo. Las candidaturas independientes son uno de esos canales, satanizarlas por el tema del gasto es no saber descontaminar los conceptos.
Los mismos fantasmas surgen con el tema de la reelección. Los argumentos plagados de sentimientos revolucionarios que aluden a frases sacadas de contexto, como la citada por el Presidente; o los argumentos que evocan a un catastrofismo porfiriano porque “va a ser imposible deshacernos de ellos con la reelección” son argumentos viscerales y sin fundamento. Es precisamente la eternidad de los políticos lo que sucede sin la reelección legislativa. Basta analizar que René Arce ha sido tres veces diputado y una senador; Manlio F. Beltrones ha sido dos veces diputado y dos senador; Navarrete ha sido tres veces diputado y una senador; Alberto Anaya ha sido tres veces diputado y dos senador; Pablo Gómez cuatro veces diputado y una senador, y podríamos seguir para darnos cuenta que la reelección lleva en México más de lo que nos podemos imaginar ¿Quién decidió reelegirlos? ¿Nos preguntaron en algún momento si nos gustó su labor anterior? ¿Rindieron cuentas a su electorado? El tema aquí no es quiénes son los personajes, sino si estamos dispuestos a creernos el mito de que en México no hay reelección y que eso ha ayudado a que no se eternicen en el poder. Los datos hablan por sí mismos. En México sí hay reelección, pero no es un reelección sujeta al escrutinio público y al voto ciudadano. Es una reelección disfrazada en la cual son las cúpulas partidistas las que deciden quien se aferra 15, 18 o 20 años a una curul.
México no necesita más mitos, y tampoco necesita que se den todos los elementos de un sistema democrático pleno para cambiar. Ya no podemos esperar a que llegue el organismo autónomo perfecto; ya no podemos esperar a tener una clase ciudadana completamente educada; ya no podemos esperar a que exista transparencia en todos los niveles de gobierno, ya no podemos esperar a que surjan otros veinte partidos nuevos que “ahora sí” representen a las minorías. Lo que necesitamos es romper paradigmas y generar nuevos incentivos en el juego. Porque las candidaturas ciudadanas y la reelección dependen del voto de confianza del ciudadano, y no del alineamiento partidista. Porque precisamente al depender del voto ciudadano y no del partido, se generan incentivos en ambas partes para transparentar la información y presentar cuentas limpias a los ciudadanos. Es un cambio de incentivos. Es un cambio de actitud. Es romper telarañas mentales que sólo atrasan el cambio en el país.