domingo, 18 de abril de 2010

El desarrollo del arbitraje en México

Por Héctor Flores Sentíes

El arbitraje es un método alternativo de solución de controversias cuyo fundamento es un pacto privado (contrato) denominado acuerdo arbitral. Su objeto consiste en la renuncia expresa a someter las controversias que surgen de una determinada relación jurídica, para someterlas a la decisión final y vinculante (laudo), dictada por un tercero independiente de las partes (árbitro), cuyas facultades jurisdiccionales están fundamentadas y limitadas precisamente en virtud del acuerdo arbitral.

Así definido, el arbitraje tiene ventajas y desventajas. La rapidez, costos en general, la flexibilidad y la confidencialidad, se consideran generalmente como buenas razones para resolver las disputas por la vía arbitral; sin embargo, deben considerarse también sus inconvenientes: en ocasiones es lento y bastante costoso, además de no estar exento, tarde o temprano, de la intervención judicial. No obstante el debate en cuanto a su conveniencia, la eficiencia del arbitraje en el mundo del derecho es incuestionable. Las estadísticas mundiales muestran que el 90% de los laudos ejecutables se cumplen voluntariamente, de acuerdo con reportes de la Cámara de Comercio Internacional. Adicionalmente, por sus características, para efectos del tipo de disputas jurídicas que involucran (i) controversias mercantiles, (ii) relaciones jurídicas complejas y (iii) una connotación internacional, el arbitraje ha superado en términos de uso y conveniencia al litigio tradicional. Vayamos un paso más allá: hoy el arbitraje es el método primario de solución de controversias mercantiles internacionales.

Lo anterior es fruto de un largo camino. El arbitraje tiene una historia más longeva que la del litigio tradicional, y ha sido utilizado en todo tipo de organizaciones humanas: comunidades rurales, mercantiles o territoriales, pero sería principalmente hasta mediados del siglo pasado que, como consecuencia del exponencial desarrollo de las relaciones económicas, el destino del arbitraje experimentó un crecimiento prodigioso. Al enfrentar un desarrollo acelerado en tiempos modernos, el arbitraje se ha visto enfrentado a dos necesidades y retos: (i) tener que afirmar su legitimidad frente al mundo judicial y el poder público (que por sí mismos resultaban ya poco favorables a la expansión de un sistema de justicia privatista); y (ii) contar con un marco legal que fuese estable en cuanto a sus fundamentos, pero sin tener que sacrificar la flexibilidad y la eficacia que aseguraran la satisfacción de su vocación esencial. Es así como se explica que en este periodo de “lucha por la supervivencia” de un fenómeno jurídico tan complejo y susceptible de reflexiones diversas y apasionantes, la búsqueda de grandes pensadores haya consistido en desarrollar la idea de que el arbitraje representaba un medio esencial para el noble objetivo de conseguir la paz a través del derecho en un mundo complejo y dividido.

¿Dónde estamos hoy? Podría decirse que la etapa de supervivencia ha sido superada, pero lejos de estar en condiciones de superar problemas básicos del arbitraje, la realidad es que su acelerado desarrollo ha puesto de relieve las diferencias entre las caracterizaciones y concepciones realizadas respecto a su naturaleza jurídica. Sentencias y afirmaciones de los juristas en México han mostrado que la gravedad y trascendencia de estas disparidades no se limitan a una discusión académica apasionante, sino que trascienden el mundo teórico para insertarse en lo más profundo de la práctica de solución de controversias.

Postulo que el destino de los conflictos que surjan con relación al arbitraje depende de la madurez de la cultura arbitral en un lugar determinado. El incorrecto entendimiento de la naturaleza del arbitraje puede ocasionar soluciones incorrectas y con consecuencias perjudiciales no sólo para las personas que usan el arbitraje, sino para el estado de derecho en general. Hoy el arbitraje sigue teniendo detractores que lo tildan de complicado y sumamente costoso; lamentablemente en México aún no hemos llegado a percibir con plenitud las mieles que el uso efectivo de este mecanismo puede crear para el mundo de la contratación privada y desarrollo económico de los países en general.

Los numerosos reproches que pudieran formularse tienen un origen común: falta conocimiento del derecho arbitral por parte de todos los actores en el derecho: privados y públicos. Si el arbitraje sigue siendo desechado y menospreciado por complicar aún más las aventuras litigiosas a las que uno debe someterse en este país, es momento de dar un paso adelante, denunciar la falta de conocimiento y multiplicar los deseos de promoción de un mecanismo que ha demostrado ser útil para muchas personas en el mundo internacional. Que México no se quede atrás en el desarrollo de una institución tan compleja, tan apasionante y tan potencialmente benéfica.