lunes, 10 de mayo de 2010

Una breve reflexión: ¿para qué estudiar “Derecho”?

Por Miguel Núñez

Se me asignó la difícil tarea de escribir un ensayo para esta red social de abogados. Digo difícil no por el aprieto mismo de redactar unas cuantas líneas coherentes para una comunidad exigente, sino por la relevancia y consecuencias que esta forma de expresión puede tener en la propia comunidad.

Haciendo a un lado estas preocupaciones, las primeras preguntas que me vinieron a la mente fueron: ¿cuál es un buen tema? ¿Qué metodología de redacción debo utilizar? ¿Debería ser una contribución meramente jurídica o relacionada con otros ámbitos del conocimiento? ¿Específica o general? ¿Dirigida a los interesados en una rama del Derecho o a un público mucho más extenso? Así las cosas, en vez de un ensayo técnico y netamente jurídico, que se podría considerar tedioso, me decanté por redactar un breve escrito de opinión que abarcara un cuestionamiento que, a mi parecer, sigue siendo un punto debatido por alumnos o exalumnos de esta profesión: ¿por qué estudiar “Derecho”?[1]

Las respuestas son muy variadas, pues devienen del fuero interno de cada individuo. Cada persona tiene o tuvo sus razones para estudiar eso que denominamos “Derecho”. Así, podrá haber tantas explicaciones como seres humanos. Por ejemplo, unos dirán que lo hicieron, hacen o harían por tradición familiar, otros por visiones de vida; algunos lo consideraron o consideran como un medio, otros como un fin en sí mismo; algunos otros dirán que su perfil concordaba o concuerda con las características comunes de un abogado promedio, mientras que otros la escogieron o escogerán por exclusión de profesiones, y un largo etcétera. Todos estos motivos son válidos y deben ser respetados; sin embargo, lo importante es darnos cuenta de la trascendencia e impacto que tiene esta profesión en la vida cotidiana de la sociedad.

Al que estudia “Derecho” se le refiere comúnmente como abogado, palabra que proviene del latín advocatus, el que habla por otros o, mejor dicho, el que con conocimientos de la materia se encarga de auxiliar a otra persona. Si bien, en estricto sentido, esta definición es correcta, nuestra profesión abarca mucho más que eso. Un abogado es un detonador social, una persona que con sus conocimientos, teóricos o prácticos, puede influir abierta y deliberadamente en la transformación de la sociedad. Sus opiniones y actuaciones cuentan y son valoradas.

El “Derecho” es una construcción humana que mediante diversos tipos de normas regula las relaciones públicas y privadas. Un abogado es una persona que entiende esta relación y que está en una invaluable posición para detonar un cambio que propicie un beneficio social. Aconsejar a un cliente para resolver una disputa matrimonial, realizar una investigación de las costumbres indígenas y escribir un ensayo al respecto, defender a una persona que es probable responsable de la comisión de un delito, ser árbitro en un procedimiento de arbitraje, buscar como activista la reelección de los representantes populares, atender como juzgador las peticiones de las partes y solucionar la disputa, otorgar una concesión, son algunos ejemplos de las muchas formas en que un abogado puede intervenir en las relaciones sociales.

El beneficio social dependerá de la regularidad de su actuación. Como mínimo, esta profesión exige una conducta ética y responsable. El hacer lo que nos corresponde o lo que se espera de nosotros por lo regular tendrá efectos positivos. No hay máximos. El conocer el Derecho nos da ventajas comparativas para mediar en las relaciones entre los individuos y entre los individuos y el Estado.

En suma, a pesar de los diferentes motivos que nos pueden llevar o nos llevaron a ser parte de esta profesión, creo que la pregunta pertinente no debe ser ¿por qué estudiar “Derecho”?, sino ¿para qué estudiar Derecho? La respuesta para mí es simple: quiero ser un factor de cambio social. ¿Ustedes qué opinan?


[1] Prefiero referirme al “Derecho” y no a la Licenciatura en Derecho, por la amplitud del concepto.